Educación 2.0: educar para investigar, crear y compartir conocimientos

No poseo acreditación alguna en el campo de la Pedagogía. Tampoco tengo formación profesional en las lides del Diseño Instruccional (DI). Apenas comienzo a relacionarme con cierto aun torpe desenvolvimiento con nociones que implican prácticas interrelacionadas con lo que denominamos Educación 2.0. Me refiero a las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), Tecnologías de Aprendizaje y Conocimiento (TAC), Tecnologías de Empoderamiento y Participación (TEP), Entornos Virtuales de Aprendizaje (EVA), entre otras. Sin embargo, de un tiempo a esta parte me he convencido de la importancia -es más de la urgencia- de investigar, compilar y analizar recursos (libros, artículos, páginas WEB, etc.), que me esclarezcan dichos conceptos y sus aplicaciones en las modalidades educativas que centran su atención en los estudiantes, facilitando la asunción de su papel como sujetos activos en sus propios procesos de aprendizaje y la construcción social de conocimientos.

Posicionarnos como docentes que buscan romper con parámetros de enseñanza, largamente amparados en contenidos y prácticas curriculares nada o poco efectivas en la potenciación de las destrezas de investigación, creatividad y trabajo colaborativo, vinculados al aprendizaje crítico, afectivo y ético, implica la proyección de retos que nos animen a innovar para transformar las prácticas educacionales. No se trata de innovar por innovar sino de identificar modos como debemos actuar a favor de:

  • Atrevernos a iniciar cambios sin esperar que estos lleguen desde “arriba”.
  • Lograr más y mejores competencias comunicativas, pedagógicas y tecnológicas para encauzar procedimientos educacionales adecuados a nuestras realidades contemporáneas.
  • Prepararnos, alumnos y docentes, a mirar nuestras particulares comunidades en sintonía con los otros (personas) y lo otro (entornos físicos, virtuales, valores, imágenes, sonidos, lecturas, manifestaciones artísticas y culturales, etcétera).
  • Comprender los comportamientos humanos desde perspectivas transdisciplinarias.
  • Enseñar con motivación, gusto, pasión, apostando a la duda, el cuestionamiento como vías para construir conocimientos que apelen al reconocimiento y respeto de la dignidad humana.

A tenor con lo arriba expuesto realizo dos planteamientos a modo de aclaración o declaración.  Como dije, el primer gran reto es “atreverse” a innovar para transformar sin esperar que “the powers that be” sean los que decidan cuándo, cómo, para qué y por qué dar cabida a una educación realmente transformadora. Reconozco que en algún momento necesitamos de políticas que conduzcan a la institucionalización que sirva de guía para la instalación de ciertas normativas que, eso sí de modo flexible, permitan dar vuelo a una educación atemperada a los signos de cambios continuos en todas las dimensiones de la vida en sociedad. Para comenzar es harto necesario garantizar la habilitación de infraestructuras tecnológicas.[1] Luego también se debe facilitar el reclutamiento de académicos conocedores de la aplicación de las tecnologías en educación. Paralelo a esto, es menester el fomento de proyectos de investigación colaborativos con instancias nacionales, regionales e internacionales que ya estén encaminadas a la potenciación y máximo aprovechamiento de la creación de entornos de aprendizaje visibles y compartidos.

Pero en lo que el hacha va y viene, debemos tomar iniciativas desde abajo con los recursos que contemos. A mi modo de ver, al menos desde el lugar donde me desenvuelvo (la Universidad de Puerto Rico en Arecibo), afrontar los riesgos de agrietar lo vuelto tradición improductiva, es compromiso concentrado en unos pocos con escaso o nulo poder de negociación con los que imparten las políticas educativas. Pero, eso sí: entre los pocos existe mucho y genuino interés de entablar relaciones horizontales y afectivas con estudiantes ávidos de ser puestos en el centro de nuestras/sus ejecutorias educacionales. Estudiantes que aun cuando en su mayoría tienden a actuar con la pasividad con las que se les domesticó desde sus años escolares, la curiosidad innata al sujeto los torna entes activos en cuanto alguien los azuza con estrategias orientadas a la colaboración, la cooperación, la inclusión, la libertad creativa, así como el reconocimiento del error no como fracaso y sí como punto de entrada hacia nuevos descubrimientos.

Por otro lado, advierto lo siguiente. Manejar con destrezas cultivadas o intuitivas, computadoras, redes sociales, bases de datos, etc. no nos hace mejores docentes. Estudié en tiempos en los que no existían las llamadas nuevas tecnologías y puedo afirmar que tuve maestros escolares y profesores universitarios a quienes siempre recordaré como educadores de primer orden. Es más, conozco colegas en niveles escolares y universitarios que, aun cuando se resisten a las nuevas modalidades de enseñanza/aprendizaje, no por ello dejo de apreciarlos como excelentes educadores. Los asumo de este modo, porque fueron y son efectivos en potenciar entre sus alumnos, con herramientas tradicionales (libros de texto, pizarra y tiza en manos), la construcción de conocimientos con discernimiento crítico.

En dicho sentido, “buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar” con criterio crítico el registro de información disponible en Internet, no es asunto que deba despacharse como algo secundario.[2] Todo lo contrario. Cualquier propuesta pedagógica fundada en la integración de las herramientas de la WEB en los procesos de enseñanza-aprendizaje, solo será realmente disruptiva si atiende como una de sus más significativas prioridades la forja de una cultura de investigación.

En libre paráfrasis, de un argumento de Rizo García, una cultura de investigación requiere de una pedagogía de la investigación que estimule a los estudiantes a formular preguntas desde miras transdisciplinarias; comprender la diversidad cultural y la complejidad de los comportamientos humanos; y cifrar respuestas parciales que amplíen su capacidad de percepción y razonamiento analítico de sus entornos inmediatos y lejanos.[3] A su vez, la vasta gama de recursos digitales (archivos, bases de datos, revistas, periódicos, tesis, libros, imágenes, vídeos, etc.) provistos por la Internet demanda el fomento de habilidades técnicas para la localización, filtro y selección de información empírica y conceptual. Del mismo modo, existe una gran variedad de herramientas digitales que permiten trabajar otras destrezas tan importantes como, por ejemplo, la recopilación, el almacenamiento, la evaluación y presentación de un proyecto de investigación.[4] Por último, en seguimiento de Rizo García, mediante la cultura de comunicación los resultados derivados de tales destrezas han de hacerse visibles, comunicables, compartibles.[5]

De todo lo anterior, desprendo que, al encontrarse interrelacionada con las TIC, las TAC, los TEP y los EVA, la Educación 2.0 posee un alto potencial para volver visibles a nuestros estudiantes, haciéndolos partícipes activos en las dinámicas de investigar, crear y compartir conocimientos. La Educación 2.0 para que sea realmente disruptiva, requiere de docentes motivados a tomar riesgos. Y aquí ya no solo me refiero al “incumplimiento” con los diseños de educación tradicionales. También entiendo urgente asumir el riesgo de retar a los alumnos, conduciéndolos a reconocer, para superar, las barreras educacionales que los han mantenido al margen de sus propios procesos de aprendizaje. Como parte de una dinámica de retroalimentación que recientemente llevé a cabo en mis cursos, uno de los estudiantes no pudo expresar mejor la conclusión a la que había llegado por sí mismo a raíz de mis ganas de azuzar su curiosidad: “…somos un grupo de estudiantes cautivos, esperando a que la rutina nos dirija…” Rutina que identificaba con el sistema educativo del que es un heredero más, dando excelentes señales de estar dispuesto a cuestionar sus aletargados efectos…

En otra entrada, abordaré de manera concreta las estrategias que hasta el momento he decidido adecuar en pos de una Educación 2.0 realmente transformadora.



[1] No entro en detalles aquí porque simplemente me declaro ignorante en tales particulares. Solo apunto lo que logro comprender como parte sustancial de las múltiples prácticas que implica crear ambientes idóneos para la puesta en marcha de la Educación 2.0.

[2] Umberto Eco, “¿De que sirve el profesor?” Praxis Docente [en línea]. 24 febrero 2010. Disponible en: http://www.praxis.edusanluis.com.ar/2010/02/umberto-eco-de-que-sirv... Fecha de acceso: 22 noviembre 2012.

[3] Marta Rizo García, “Enseñar a investigar investigando. Experiencias de investigación en comunicación con estudiantes de la Licenciatura en Comunicación y Cultura de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México”, p. 27 [en línea]. Disponible en: http://historia-sexto.wikispaces.com/file/view/enseñar+a+investigar... Fecha de acceso: 9 diciembre 2012.

[4] Aulablog “Enseñar las herramientas necesarias” Disponible en: https://sites.google.com/site/investigarenelaula/ensenar-las-herram... Fecha de acceso: 9 diciembre 2012.

[5] Rizo García, p. 27.

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